Ciudad Jardín 1980 por Verónica Delrio
¿Por qué saqué fotos de Ciudad Jardín en 1980 ?
Presentar un trabajo que reflejara la expresión de lo comunitario, era para mí, tenerlo al alcance de la mano. Poder plasmar lo histórico, en un trabajo práctico para la facultad de Ciencias Sociales, era desafiante y también motor de entusiasmos, sentimientos siempre existentes sobre mi Ciudad Jardín.
¿Cómo trasmitirlo? ¿sería posible? Lo entrañable, el agradecimiento de haber tenido la oportunidad de vivir a Ciudad Jardín en cada rincón como algo a descubrir… era impulso y emoción, después… no sé...
Su historia, pasados cuarenta años aproximadamente de su creación aparentemente dormida, era fascinante, teniendo en cuenta que sentía el encanto de su presencia.
Tratar de conectarme con personas que pudieran ayudarme era difícil, no sabían como se había creado o no querían, no había facilitadores a la vista... y tampoco tiempo.
Pasado unos días me enteré de la existencia de revistas que evocaban los primeros tiempos, pero no tenía contextos… Algún referido me dijo de la existencia de un antiguo vecino en la Avda. Wernicke, no recuerdo el nombre, quien me mostró algunas de las revistas Finca, que se veían ya históricas, pero sólo estuvieron en mis manos, solo las pude leer dentro de la casa … o mirar...
Cero de historia, casi nada, tenía que descubrirla a través de hechos relevantes que mostraran en fotos la existencia de una ciudad que me enorgullecía siempre sin saber por qué… De pronto alguien se apiada de mi, y me da una revista de los años 70: “Ciudad Jardín honra a su creador”...
Con mi bici había acariciado con emoción las calles con curvas que escondían las casas FINCA con su particular estilo y techos de tejas. Estos techos que siempre me enamoraron, en aquellos tiempos de graciosas palomas.
El compromiso estaba marcado. Recorrer con la cámara, lo ya conocido, a sabiendas de a dónde ir. Hoy miro esas fotos, sacadas en todo un día, con una cámara Minolta y entiendo de contextos desdibujados, de historias recortadas, de interrogantes sin respuestas, de saber de la aparición sorpresiva de un creador Eric Zeyen y de un amigo Herten, que alguien me comentó, de su monumento escondido, que estaba dormido más que reconocido, en una tarde soleada en otoño de 1980 en Plate… y atrás un bosque. Un enigma.
Ir en busca de los lugares, que estaban ahí esperando, como la cita para un helado en Venezia, para un café con un pucho en Taku, en donde había pasados tardes y algunas noches, de descubrir con especial cariño la medianera intacta del edificio metropol mostrando el momento fundante del proyecto de la ciudad con los “dos señores” ahí dibujados.
Recorrer las instituciones, la mayoría por fuera... ¿ cómo pedir permiso? con tanto hermetismo que marca una época sin entusiasmos… 1980… Cine Helios, un cine como casita, el destacamento de bomberos, un orgullo, Coa, la usina, AFALP, donde fui capitana de equipo, y me lucía en los bailes. La pileta soñada…
Las escuelas que devienen de culturas europeas bien diferenciadas, y el orgullo del Bernardino Rivadavia creado por la comunidad. Las iglesias, resguardo de diferentes religiones. La placa y el ombú que habla de la historia de esta tierra. Los centros comerciales, Lodelpa… la mas nueva, la más fresca...
Presenté el trabajo práctico, la aprobé con una nota muy digna, un 8, pero sentía mucho más que eso, sentía que había atesorado mi lugar.
Sentir lo propio, con estilo, identidad, eso que me gusta... saber que hay que cuidarla… nunca olvidarla...
Crecer y partir, dejar todo atrás, cada tanto recordarla…
En la búsqueda de volver sobre la ciudad y no por casualidad pude con la más firme emoción poder contar esta pequeña historia, desde otro lugar.
Muchas Gracias a La Montaña Museo Ambulante. Gracias por ir completando historias con contextos. Gracias por convocarme.
Verónica Delrio

